Dienstag, 4. April 2023

 







LA GUERRA CON ESTADOS UNIDOS QUE VENDRÁ






Abdón Mateos




INTRODUCCIÓN






La emergencia de Estados Unidos como nuevo Estado con ayuda de España se anunció desde el principio como la de un recién nacido que algún día se convertiría en un gigante, una república imperial, que amenazaría a la monarquía hispánica. La política de la monarquía o imperio hispánico hacia Estados Unidos fue claudicante desde la firma del Tratado de san Lorenzo en 1795, por la que se cedía territorio al norte del paralelo 31 al este del Misisipi y se establecía la navegación común del gran río fronterizo. Poco después, en una inversión de las alianzas, Carlos IV pasó a ser aliado de la república francesa, que enseguida empezó a reclamar la devolución del enorme y cuasi desierto territorio de La Luisiana, un territorio que había sido entregado a su majestad católica en 1763 a cambio de la ayuda en la guerra de los Siete Años.

La entrega de las plazas al norte del paralelo 31 se demoró hasta 1798 y en 1800, ya con Napoleón en el poder, se firmó un tratado secreto para la devolución de La Luisiana a Francia a cambio de la creación de un estado satélite para los Borbones en la Toscana. Para Godoy era un acuerdo favorable por el que se creaba el reino de Etruria con una población abundante a cambio de un desierto que no causaba más que gastos a la monarquía. El acuerdo contemplaba que La Luisiana no se entregaría a otra potencia, lo que fue ignorado por Napoleón en 1803. El imperio napoleónico consideró inútil la posesión de La Luisiana una vez derrotada la expedición de reconquista de la naciente república de Haití.

En 1802 el intendente español de La Luisiana suprimió, por órdenes de Madrid, el depósito angloamericano en Nueva Orleans y la navegación común del gran río. Esta medida, justificada por la temporalidad de la concesión, fue considerada por los americanos causa de grandes perjuicios y daría lugar a reclamaciones durante largos años.

La entrega de La Luisiana, culminada en 1804 en San Luis y Nueva Madrid en la Alta Luisiana, dio lugar a la creación de una comisión de límites fronterizos entre España y Estados Unidos. Además, se estableció un territorio neutral de hecho en torno al río Sabina en 1806, mientras los angloamericanos emprendían expediciones de reconocimiento de La Luisiana y de los afluentes del río Misuri, que les llevaron a alcanzar la costa del Pacífico en su exploración.

La definición de la frontera este de La Luisiana llevó a los americanos a la pretensión de que incluía el territorio de la Florida Occidental, conquistado por Gálvez a los británicos entre 1781 y 1783. Las correrías de aventureros americanos sobre Las Floridas fueron toleradas por los presidentes de Estados Unidos, justificándolas con la debilidad española para controlar a los indios seminolas y a los negros cimarrones asentados en el territorio.

El ministro plenipotenciario español, marqués de Casa Irujo, que había obtenido amplias concesiones territoriales en las Floridas y que pretendió originariamente el título de marqués de Florida, protestó por la cesión de La Luisiana y las incursiones, haciéndose incompatible con el presidente Jefferson y el secretario de Estado, Madison.

La insurgencia iberoamericana, alentada por el ejemplo haitiano, tuvo una primera manifestación en la expedición del venezolano Francisco Miranda desde Estados Unidos, con insurgentes y reclutas angloamericanos en 1806.

Las abdicaciones de Bayona de la familia real española dieron lugar a una crisis de legitimidad y soberanía, que tuvo su primera manifestación en Florida occidental en 1810, declarándose el territorio en Baton Rouge república independiente, para ser anexionada a continuación por el presidente Madison. Las agresiones y anexiones territoriales de partes de Florida occidental continuaron durante los primeros años de la segunda década del siglo XIX en el contexto de la guerra entre Estados Unidos y Gran Bretaña.

La Junta Central decidió enviar a un nuevo ministro plenipotenciario, Luis Onís, en 1809, que no fue reconocido por Estados Unidos, alegando el estado de guerra contra Napoleón y el rey José I Bonaparte, con quien mantenían buenas relaciones.

La crisis de soberanía tuvo enseguida repercusiones en el virreinato de Nueva España, donde el virrey Iturrigaray fue destituido en un golpe de Estado alentado por el comerciante español Gabriel Yermo, que había sido apoyado por el enviado de la Junta de Sevilla, el marino Juan Jabat. El cabildo de México y el propio virrey pretendía constituir una junta autónoma, depositaria de la soberanía, como habían hecho otros territorios de la península, lo que fue visto como una actitud ambigua ante la monarquía impuesta de José Bonaparte.

En 1810 se inició la insurgencia en Nueva España, que tuvo inmediata repercusión en el territorio de Texas, debido a la incursión de un novohispano con apoyo de angloamericanos y del diputado suplente por Santo Domingo, el cubano Álvarez de Toledo.

La guerra entre Inglaterra y Estados Unidos de 1812 dio lugar a una incursión por Florida, que fue tolerada por las autoridades españolas dada la alianza con los británicos en la lucha contra Napoleón en Europa. La derrota de los ingleses en Nueva Orleans en enero de 1815 debido a la defensa del general Jackson, ayudada por algunos piratas de Galveston y la población de origen francés, daría ímpetu a las incursiones de angloamericanos y de insurgentes iberoamericanos sobre las Floridas, que fueron reclamadas por el diplomático español, que consideraba inminente un estado general de guerra si no se cedía el territorio a Estados Unidos o se buscaba el apoyo de los aliados ingleses. A cambio de ese apoyo británico o de otra potencia como Francia podría cederse las Floridas e incluso la guinda de la parte española de Santo Domingo, recuperada para la monarquía en 1808.

Pese a la definitiva derrota napoleónica en 1815 el miedo a emisarios franceses, ahora como exiliados en Estados Unidos, incluido en propio José Bonaparte, siguió activo, pues se temía que los militares napoleónicos tuvieran pretensiones sobre el territorio de la monarquía en el virreinato de Nueva España. De hecho, hubo incursiones de generales franceses y creación de establecimientos en el territorio de Texas, que fueron obligados a huir por las tropas virreinales.

En 1818 el general Jackson rindió los fuertes españoles en Las Floridas lo que condujo a la aceleración de la negociación del tratado de límites con Estados Unidos para evitar una guerra. A cambio, España pretendía que cesara el apoyo a los insurgentes iberoamericanos y no se reconociera a las nuevas repúblicas. La cesión de las Floridas y el establecimiento de una línea divisoria que abandonaba la pretensión española de recuperar la frontera natural del Misisipi permitió asegurar el territorio de Texas sobre el que tenían pretensiones los Estados Unidos, considerando que el límite occidental de La Luisiana se extendía hasta el río Bravo, actual frontera de México. Además, Estados Unidos consiguió que se estableciera la frontera con el límite del paralelo 42 y el río Arkansas lo que le daba una extensión continental hasta el Pacífico. Se había evitado la guerra entre España y Estados Unidos, pero se dejaba una pesada herencia a la futura república de México, que, aunque ratificó los límites fronterizos establecidos en el Tratado Adam-Onís de 1819, se vio impotente para colonizar Texas y frenar la entrada de angloamericanos. En 1836 se produjo la secesión de la república texana, apoyada por Estados Unidos, cuya pretensión anexionista en 1845 dio lugar al estallido de la guerra que se había esperado y postergado diplomáticamente durante décadas con la nueva república imperial. Para entonces, la monarquía española había reconocido la independencia de México, después de unos años de pretensiones de reconquista y guerra de baja intensidad con la nueva república entre 1823 y 1830. A partir de entonces, las

relaciones entre España y Estados Unidos se verían sobre todo centradas en la cuestión de Cuba y la esclavitud, por lo que el rango de los diplomáticos españoles en Washington sería de menor relieve que los que habían desempeñado la misión en torno a los tratados de 1795 y 1819.

La trayectoria de los diplomáticos en el tránsito desde el Antiguo Régimen a la consolidación de la era liberal resulta ilustrativa de la adaptación de los altos funcionarios de la primera secretaría de Estado, debido, en buena medida, a la pervivencia de ciertos privilegios y la obtención de mercedes reales. La mayor parte de los diplomáticos fueron realistas moderados, de una cultura política reformista ilustrada, y un término con el que se autodefinió el más caracterizado de ellos, Narciso de Heredia, conde de Ofalia, que terminó vinculado al partido liberal moderado al final de su vida, de nuevo como presidente del gobierno, como lo había sido al inicio de la década absolutista de Fernando VII.

Me he detenido especialmente en la biografía de una serie de diplomáticos que tuvieron responsabilidades en Estados Unidos entre 1795 y 1853, alcanzando varios de ellos la jefatura del consejo de ministros en época de Fernando VII e Isabel II.

El tema de la nacionalidad (pero no de la ciudadanía) de los españoles americanos no fue evocado por estos diplomáticos con la excepción de Luis de Onís, que obtuvo sus nombramientos en tiempos de la Junta Central en 1809 y el Trienio liberal en 1820, asumiendo la idea de la nación española de ambos hemisferios, incluso recortada con la emancipación o intercambio con Portugal del cono sur. La autonomía e igualdad de representación de los americanos no fue planteada por estos diplomáticos salvo en el aspecto de la posible creación de nuevos reinos borbónicos asociados a la monarquía española. Curiosamente, Onís llegó a reflexionar sobre la conveniencia de crear un nuevo reino borbónico para Texas, Nuevo México y California, como forma de frenar el expansionismo angloamericano siempre que se desarrollara una política de colonización con europeos católicos. Únicamente, el ilustrado Valentín de Foronda se mostró favorable a la emancipación de América antes de que surgieran los movimientos insurgentes.

La esclavitud tampoco fue en modo alguno cuestionada por estos diplomáticos, planteándose, únicamente, Onís invertir en la compra de negros bozales si recibía concesiones territoriales en Cuba o Puerto Rico gracias a su amistad con el eficaz intendente liberal Alejandro Ramírez. En realidad, el conde de Ofalia consideraba que el trato hispano a los esclavos era benévolo, siendo, a su juicio, marginal la presencia de

descendientes africanos en Nueva España. Eso sí evitaba analizar la cuestión para las Antillas.

Hasta el incidente del barco negrero La Amistad no hubo ninguna observación sobre la prohibición del tráfico de esclavos o la abolición de la esclavitud, a pesar de firmarse el primer acuerdo con Inglaterra contra el tráfico en 1817 (renovado en 1835), abolirse la esclavitud en México en 1829 y ser esta medida una de las causas de la secesión texana en 1836. El miedo al dominio de los negros y mulatos libres en las posesiones antillanas, restos del imperio, llevaba implícito la continuidad de la esclavitud, aunque teóricamente se había firmado la abolición de la trata transoceánica. De hecho, Onís negoció con Canning el posible traslado a las islas Canarias de la comisión mixta contra el tráfico negrero en 1822.

En realidad, algunos de los diplomáticos biografiados se reencontraron con ocasión del incidente del traslado a Estados Unidos del barco negrero La Amistad en 1839-1840. En efecto, Calderón de la Barca, ministro en Estados Unidos en 1839, antes de su traslado a México, dio la primera protesta reclamando el retorno del barco y el juicio en Cuba de los negros esclavos sublevados, defendiendo su nacionalidad española. La protesta fue continuada por Pedro de Alcántara Argáiz, encargado de negocios, tras la salida a México de Calderón. Alcántara había sido secretario y encargado de negocios en Rusia en tiempos del Trienio Liberal, con otro de los biografiados Manuel González Salmón.

Narciso de Heredia, junto a Mauricio Carlos de Onís, recibieron el encargo del expresidente y ministro de Exteriores Antonio González en 1840 de informar sobre el incidente, como así lo hizo en una de sus últimas comisiones públicas el conde de Ofalia.

El “ayacucho” González ofreció, ya durante la regencia de Espartero, la legación de Washington a Mauricio Carlos de Onís, en pleno conflicto en Estados Unidos por la cuestión del barco La Amistad. Curiosamente, el defensor de la libertad de los esclavos era el anciano congresista y expresidente Quincy Adams, que tanto había tenido que ver con la firma del Tratado de Límites con el reino de España en 1819. De igual forma, John Forsyth, secretario de Estado americano y esclavista, había sido embajador en España en tiempos del Trienio, rebatiendo la memoria de Onís sobre el Tratado transcontinental.

La administración de la regencia esparterista, vinculada inicialmente con el partido progresista, no llegó a enviar un nuevo ministro plenipotenciario, a pesar de su relativa mayor cercanía con la república angloamericana que los liberales moderados. En realidad, los progresistas, como ha estudiado Josep Fradera, eran conscientes desde la guerra carlista de la importancia de la hacienda cubana y de los intereses esclavistas por lo que habían respaldado al capitán general Miguel Tacón en su decisión de que no se

restablecieran en Cuba las diputaciones provinciales y no proclamar por tercera vez la constitución de 1812, excluyendo en 1837 a los cubanos de la ciudadanía con la nueva Constitución.

Calderón de la Barca retomaría la reclamación por el Amistad con su retorno como embajador en Estados Unidos en 1844, considerando a Adams como un abolicionista radical y el peor enemigo de España.

En efecto, Adams fue entre 1817 y su muerte en 1848 el principal hombre público e ideólogo del destino manifiesto de Estados Unidos y de América sin injerencias europeas. Hijo de presidente, había empezado su carrera diplomática en Portugal a finales del siglo

XVIII. Responsable de las relaciones exteriores durante la presidencia de Monroe, fue un duro negociador con el enviado plenipotenciario español, Luis de Onís, forzando las cesiones españolas de Las Floridas y la extensión de Estados Unidos hasta el Pacífico. Se opuso incluso a la disposición de Monroe y de la mayor parte de su gabinete a trazar los límites entre la monarquía española y la república estadounidense en el paralelo 43, aunque terminó aceptando el 42 en su negociación con el diplomático español.

Adams tuvo en alta consideración a Onís como negociador, considerándole como el más avezado de los diplomáticos residentes en Estados Unidos. No obstante, Onís ante la amenaza de guerra, tras la ocupación de Las Floridas por Jackson, tuvo que buscar el apoyo del embajador de la Francia de los Borbones.

A pesar de considerar el Tratado de transcontinentalidad como el mayor triunfo de su carrera y del objetivo español de obtener un compromiso de que Estados Unidos no reconocerían a los estados disidentes iberoamericanos, tras la ratificación en 1821 después de que las Cortes reconocieran la amputación del territorio de la nación en las Floridas que estaba incluido en la constitución de 1812, Monroe se apresuró en 1822 a declarar el reconocimiento de algunos de los nuevos estados. Esta declaración provocó que Anduaga, ex ministro de Estado del Trienio liberal, pidiera su pasaporte, mientras que Onís, destinado en Londres, lanzó una tentativa para que los británicos reunieran una conferencia entre España y los nuevos estados iberoamericanos donde, al menos, se estableciera algún tipo de pacto confederal y ventajas comerciales.

Inspirador de la doctrina Monroe en 1823, después de que el británico Canning consiguiera el compromiso de Polignac que aseguraba que Francia no iba a intervenir en América después de la ocupación de España y la “liberación” de Fernando VII, accedió a la presidencia de Estados Unidos en 1824, no apoyando las tentativas colombianas y mexicanas contra Cuba en la guerra de baja intensidad que mantuvieron con España hasta 1830.

Aunque las apetencias de sectores angloamericanos hacia Texas no desaparecieron durante su presidencia, México y Estados Unidos ratificaron el Tratado Adams-Onís entre 1828 y 1832. Sin embargo, el abolicionismo de Adams chocaba con la ampliación de los estados esclavistas en el sur de Estados Unidos y, aunque México había abolido la esclavitud en 1828, los colonos americanos en Texas la seguían practicando. La postura española de no reconocer la república de Texas, una vez firmado el tratado de amistad con México, a diferencia de Francia y Gran Bretaña, no se tradujo en un apoyo activo a los mexicanos en su pleito con los texanos. De hecho, la petición del presidente Anastasio Bustamante para que se enviaran colonos españoles, como los derrotados carlistas, fue respondida por el enviado español, Ángel Calderón de la Barca, con una negativa, ofreciendo, en cambio, el envío de negros libres residentes en Cuba. Era una manera de aliviar el peligro negro en el caribe español, neutralizando a los colonos angloamericanos partidarios de la esclavitud.

Adams logró un triunfo en el conflicto por el barco negrero La Amistad, pese a la postura del presidente Van Buren y el responsable de exteriores Forsyth favorable a la devolución de la carga humana a España y su enjuiciamiento en Cuba. El embajador español, Calderón de la Barca, solamente pudo ocuparse de la reclamación española unos meses porque había sido destinado como primer diplomático español en México.

No parece que los progresistas tuvieran una política diferente a los moderados respecto a la continuidad de la esclavitud, aunque en 1838, tras la polémica sobre su gestión y juicio de residencia al capitán general Miguel Tacón, parece que se dieron instrucciones sin éxito para perseguir más severamente el tráfico negrero. Restablecidas las relaciones con la república mexicana en 1836 tanto progresistas como moderados no apoyaron la secesión de Texas o Yucatán, pero, al mismo tiempo, observaron una estricta neutralidad en la guerra entre México y Estados Unidos, aunque apoyaron los planes monarquistas de algunos mexicanos. Incluso uno de los sucesores de Calderón en la Legación se implicó en el golpe monarquista del general Paredes en el momento de la guerra con Estados Unidos.

Los progresistas en el poder con la regencia de Espartero, especialmente los implicados en los años de lucha en el virreinato del Perú, conocidos como ayacuchos, no tuvieron mucho interés en implicarse en el conflicto entre las repúblicas sucesoras del imperio y Estados Unidos, siendo probritánicos mientras que los moderados eran más afines a Francia. No obstante, eso no quiere decir que no fueran colonialistas, pues promovieron más que los moderados las tentativas de colonización de Guinea. Del mismo modo, fueron partidarios de reforzar las bases en diversos continentes, aunque sin establecer nuevas colonias, para promover el comercio. En cualquier caso, tras una experiencia

directa de veinte años de guerra civil en Iberoamérica, y otros tantos de amenaza de guerra generalizada con Estados Unidos, solo paliada por la diplomacia y la debilidad de España, no quisieron implicarse en los conflictos entre las nuevas naciones o en la injusta guerra de Estados Unidos con México.

Ello explicaría la renuncia de Onís en 1841 a ser enviado como ministro plenipotenciario a Washington y la no sustitución del moderado encargado de negocios, aunque si enviaron al progresista Oliver para sustituir a Calderón en México. No obstante, Antonio González y Mauricio Carlos de Onís, inversores en ferrocarriles, insistieron en 1850 en promover una línea directa regular de vapores entre La Habana y Veracruz en tiempos de gobierno del ultramoderado Bravo Murillo, para favorecer el comercio y las relaciones bilaterales en general con México.

La democracia estadounidense fue descalificada unánimemente por estos realistas o liberales moderados, no sólo por el rechazo hacia el principio democrático sino por el expansionismo hacia territorios de la monarquía bien en su etapa imperial o al estado sucesor de la república de México. En realidad, solamente una minoría de miembros del partido progresista, que evolucionó hacia el partido demócrata a mitad del siglo XIX, fue comprensiva hacia el sistema político norteamericano.

A pesar de la ayuda española hacia la independencia de Estados Unidos y la firma de tratados bilaterales en 1795 y 1819 que beneficiaban claramente a los angloamericanos, hubo una amenaza de guerra que solamente fue evitada por la debilidad de España, y que permitió a Estados Unidos lograr la extensión territorial hasta el Pacífico y la anexión de Las Floridas sin apenas derramamiento de sangre. A cambio de ello, aparentemente la monarquía había preservado el territorio de Texas, pero, enseguida, México tendría que intentar frenar la colonización angloamericana hasta la secesión texana en 1836. Finalmente, la guerra abierta entre Estados Unidos y el estado sucesor mexicano se produjo en 1845, medio siglo después del Tratado de San Lorenzo por el que la monarquía española había abandonado los asentamientos al este del Misisipi al norte del paralelo 31, con la excepción de Las Floridas y compartido la navegación de gran río.

Se trata, por tanto, de una historia global del colapso del imperio hispánico en el contexto de la emergencia de nuevas repúblicas imperiales, en especial, Estados Unidos. Un tiempo de transición y de comienzo de la edad contemporánea en el que asistimos al final de la monarquía hispánica como gran potencia y, por ello, de implicación en conflictos internacionales, para pasar a ser una mediana nación dependiente de otras potencias como Francia o Inglaterra, inmersa en guerras civiles en América y la península ibérica. El sueño de convertirse en una nación imperial con presencia en ambos hemisferios,

alumbrado en las Cortes de Cádiz, no pudo consolidarse debido al centralismo y la desigualdad, así como la visión patrimonialista de los monarcas respecto a sus territorios. No obstante, como ha analizado Fradera, en España se siguió pautas de exclusión de la ciudadanía en las colonias que siguieron otras naciones imperiales, como, por ejemplo, la república francesa.

Medio siglo de conflictos internacionales y guerras civiles dejaron exhausta a la monarquía española. En cualquier caso, el fracaso de la nación imperial en España se produjo en un contexto de relaciones internacionales que coadyuvó a su transformación en una monarquía constitucional con colonias. La diplomacia tuvo su papel en ese proceso, aunque no consiguió ayuda directa para preservar los territorios continentales americanos ni fueron aceptados por los reyes los proyectos confederales de crear nuevas monarquías borbónicas en América hasta la época de Isabel II.

El momento de mayor amenaza de guerra entre España y Estados Unidos fue 1818, aunque las agresiones en La Luisiana, las Floridas y Texas arrancaron a finales del siglo

XVIII. Tanto Jefferson como Madison consideraron a Estados Unidos como el estado sucesor del imperio hispánico en Norteamérica. No obstante, los norteamericanos evitaron un conflicto abierto con la monarquía española por temor a que fuera apoyada por alguna potencia europea, en el tiempo de las guerras napoleónicas y después con la Santa Alianza. Sin embargo, como ha destacado Stagg, fueron maquiavélicos, aprovechando la debilidad de la monarquía española tras décadas de guerras internacionales y de guerras civiles. En definitiva, era preferible conseguir la cesión de Florida mediante un tratado en vez de una guerra de conquista.

Las vidas, redes y culturas políticas de estos diplomáticos son aproximaciones microhistóricas en un contexto de historia global o transnacional. El estudio de las biografías de los ministros plenipotenciarios de España en Estados Unidos cubre, pues, los casi sesenta años transcurridos entre 1795 y 1854, con excepción de los ministros y encargados de negocios españoles entre 1820 y 1827, y 1840-1843.

Miembros de dinastías de diplomáticos y funcionarios crecidos en una cultura reformista ilustrada y aristocratizante, aunque no todavía liberal, la principal personalidad intelectual fue Narciso de Heredia, que tuvo responsabilidades sobre Estados Unidos durante prácticamente todo el período considerado, presidiendo el consejo de ministros en dos ocasiones, así como la secretaría del consejo de gobierno de la regencia. No se le puede comparar, no obstante, con los responsables de exteriores de grandes potencias de entonces, como Talleyrand, Canning o Quincy Adams.

En el tiempo del Trienio constitucional fue ratificado el tratado Adams-Onís, fue reconocida la independencia de algunas repúblicas iberoamericanas por Estados Unidos y se reabrió la cuestión de las reclamaciones por daños a los angloamericanos.

Una vez que se hubo embarcado Onís hacia Francia en la primavera de 1819, quedó el cónsul general Mateo de la Serna como encargado de negocios hasta la llegada de un nuevo enviado plenipotenciario de Madrid. La breve presencia de ministros como el general Dionisio Vives, luego capitán general de Cuba, y Francisco Anduaga durante el Trienio, se vio reducida a un mero encargado de negocios hasta 1827 con Hilario de Rivas. El siguiente enviado, Francisco Tacón, como ministro residente, no fue elevado al rango de ministro plenipotenciario hasta 1833, poco antes de la muerte de Fernando VII.

Estados Unidos tuvo una neutralidad benévola hacia los insurgentes iberoamericanos, pese a las concesiones obtenidas en los tratados con la monarquía española. Incluso una vez firmado el tratado Adams-Onís, que pretendía evitar una guerra y el propio reconocimiento de los disidentes americanos, el presidente Monroe se apresuró a hacer público el establecimiento de relaciones con las nuevas repúblicas.

La política española viró progresivamente a asegurar las posesiones antillanas, una vez abandonados los planes de reconquista de la América continental en 1830. Los Estados Unidos prefirieron, entonces, que Cuba siguiera en manos españolas antes de que cayera en manos de potencias europeas o de México y la Gran Colombia, aunque creyendo que, a medio plazo, podría formar parte de la unión americana. De hecho, a partir de 1850 ayudaron a los sectores anexionistas cubanos tolerando expediciones desde la costa norteamericana o realizando ofertas de compra de la isla.

Alguno de los personajes tratados como Luis y Mauricio Carlos de Onís, José de Heredia o Manuel González Salmón estuvieron emparentados, formando parte de una dinastía de diplomáticos que parecieron especializarse en los asuntos de Estados Unidos, aunque José Heredia y Mauricio Onís renunciaron, sucesivamente, al destino americano en 1825 y 1841, como también lo hizo el segundo marqués de Casa Irujo en 1832.

En realidad, fueron frecuentes las alianzas matrimoniales entre los diplomáticos de menor rango con sus jefes en las legaciones a través de sus hijas lo que era facilitado porque que residían en el mismo domicilio. Este fue el caso de Salmón con una hermana de Onís o José Heredia con una hija del mismo, así como Potestad con una hija de Tacón. No obstante, Onís prefirió que su hijo Mauricio Carlos se emparentara con una prima hermana más que con la hija de su jefe en Londres, Ruiz de Apodaca, almirante futuro capitán general de Cuba y último virrey de Nueva España. Ello se debió a razones de

reunión patrimonial y aspiraciones de mayorazgo y un título nobiliario como marqués de Torre Onís de Nueva España.

No obstante, tanto Martínez de Irujo como Calderón se casaron con angloamericanas mientras que Onís lo hizo con una luterana sajona, lo que trajo consigo dificultades para el ingreso de sus hijos en la orden nobiliaria de Carlos III.

Solamente son conocidos los casos de Eugenio de Onís y de Gabriel García de Tassara que tuvieran hijos fuera del matrimonio. El primero terminó reconociendo a su primogénito Mauricio, aunque no pudo satisfacer una pensión al tener que expatriarse como afrancesado y ver secuestrado su principal inmueble, aunque el Estado terminó asignando ésta con la renta obtenida. En el caso de Tassara no hubo tal reconocimiento de la paternidad y el hijo común con Gertrudis Gómez de Avellaneda falleció tiempo después.

Esta aspiración a un título de Castilla fue generalizada en esta generación de diplomáticos realistas o liberales moderados. Aunque Irujo y la viuda de Calderón lo obtuvieron con la denominación de sus apellidos, en otros casos, como los Onís, no fue posible debido tanto a la polémica por el tratado con Estados Unidos como por la insuficiencia de un proyecto de colonización en Castilla, pese a la previa adquisición de un señorío eclesiástico en la época de Godoy.

En cualquier caso, la aspiración de obtener un título nobiliario se vería realizada a través de matrimonios convenientes de algunos de las hijas y nietos de la dinastía Onís. De igual modo, el segundo marqués de Casa Irujo fue duque consorte más adelante. Solamente, los Heredia pertenecían a una familia con título, aunque al ser segundones, Narciso pasó a ser conde de Ofalia por matrimonio, aunque ascendería a marqués de Heredia-Spinola, con rango de grande de España al final del reinado de Fernando VII.

Por su lado, Miguel Tacón, empleado con su tío en Washington, heredó el título de Marqués de la Unión de Cuba, que había obtenido su padre como capitán general de Cuba en tiempo de la regencia de María Cristina de Borbón Dos Sicilias.

Cinco de los personajes biografiados fueron miembros del gobierno de Fernando VII, de su viuda, María Cristina de Borbón, como regente del reino, y, finalmente, de Isabel II. Además, tres de ellos encabezaron el gobierno, repitiendo la jefatura en varios momentos como titulares o interinos. Solamente Luis de Onís, que había alcanzado el mayor rango administrativo dentro de la primera secretaría de Estado como oficial mayor no llegó a ser ministro al ser destinado en Estados Unidos y luego terminar expatriado al final del Trienio Liberal. El marino Tacón murió en el ejercicio de su misión en Estados Unidos, no haciendo tampoco carrera burocrática en el Ministerio. Puede concluirse que los

arriesgados y lejanos destinos en las repúblicas del Norte de América trajeron consigo ascensos burocráticos o entrada en el círculo del gobierno.

Únicamente, el ilustrado liberal Valentín de Foronda, encargado de negocios en Estados Unidos en 1808-1809, se manifestó partidario de la constitución jeffersoniana, como ha estudiado Carmen de la Guardia. No obstante, a pesar del estudio introductorio y edición documental de Benavides y Rollán sobre Foronda todavía cabría un estudio más en profundidad de su misión diplomática desde 1802.

No sería hasta los años treinta cuando un exiliado liberal, Miguel Cabrera de Nevares, publicó unas “observaciones” descriptivas sobre la democracia jacksoniana en las que vaticinaba su futuro imperial a través del federalismo, aunque la obra de Tocqueville sería difundida también en la prensa progresista.1 Los comentarios sobre el sistema político norteamericano de los diplomáticos realistas moderados Martínez de Irujo, Onís o Calderón de la Barca, cuyas misiones van de fines del siglo XVIII a mitad del siglo XIX, fueron claramente despreciativos y denigratorios, asimilando la vida política de Estados Unidos con la demagogia, la fragmentación y la anarquía.

Fuera de la época tratada, culminada con la guerra entre México y Estados Unidos entre 1845 y 1848 y la misión de Calderón hasta el bienio progresista en España, fue nombrado el poeta y político Gabriel García de Tassara. Nacido ya en 1817, su embajada se desarrolló durante el final del reinado de Isabel II con los gobiernos de la Unión Liberal y del partido moderado. Es conocido también por la desgraciada relación que tuvo con la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, con la que tuvo un hijo al que abandonó sin reconocerle. Se trató de su primera misión diplomática porque antes había rechazado la legación en la Toscana y su misión se extendió durante más de diez años hasta poco antes del final del reinado con la revolución de 1868. Tuvo que ser retirado de la Legación debido a la protesta del secretario de Estado americano, que fue sin más leída en el Ministerio de Estado español en Madrid.

Le tocó asistir a la intervención francesa y retirada de Prim de México en 1861-1862, así como al comienzo de la guerra civil americana, que había sido pronosticada por antecesores suyos como Luis de Onís. La guerra civil americana constituyó un punto de inflexión para la cuestión de la esclavitud en las posesiones antillanas, al ser abolida en Estados Unidos. A partir de entonces, el abolicionismo cobró fuerza entre demócratas y republicanos, con personalidades como Segismundo Moret, que habría de ser ministro de Ultramar al comienzo del Sexenio Democrático.



1 Rodrigo Escribano, “Los Estados Unidos en las culturas constitucionales del liberalismo posrevolucionario español, 1834-1848”, Historia Constitucional, 22, 2021.

Tassara, aunque fue promocionado por el gobierno de la Unión Liberal, era seguidor del conservador Donoso Cortés. Fue defensor de la idea de una “raza hispana” y, por tanto, de la unión cultural de España y los países hispanoamericanos. Todo ello, en un contexto de guerra de España con los países del Pacífico como Perú y Chile, además de la intervención en Santo Domingo. Creía que España debía mantenerse neutral en la guerra civil mexicana, ofreciendo la mediación si era requerida para ello.2 Sin embargo, España aunque reticente al principio a la intervención del “pequeño Napoleón” en México, terminó reconociendo al efímero Imperio de Maximiliano, a diferencia de Estados Unidos, que apoyó a Juárez.

La anexión de la República Dominicana en 1861 ha sido definida como una cuestión de honor, que fracasó al poco tiempo y que planteaba problemas respecto a la continuidad de la esclavitud en las otras islas caribeñas y la apertura de la ciudadanía en las colonias. La posesión de Santo Domingo había sido moneda de cambio en época absolutista, pues se planteó ofrecerla a potencias como Francia o Inglaterra a cambio de un apoyo activo en otros frentes. Más adelante, tras el reconocimiento francés de la independencia de Haití, Fernando VII planteó la recuperación de la colonia en la parte española de la isla y al final de los años veinte envió sin éxito a un comisionado a reclamar la devolución del territorio a cambio del reconocimiento de Haití. Cuando se restableció la república dominicana en 1844, los diplomáticos españoles y los capitanes generales fueron cautos ante las propuestas de establecer un protectorado de España, pero estuvieron también atentos a que otras potencias sustituyeran a España en ese papel por las repercusiones que podrían tener para la presencia española en Cuba o Puerto Rico.

Las fuentes principales de estos estudios biográficos han sido los expedientes personales de los diplomáticos y sus despachos depositados en el Archivo Histórico Nacional y el Archivo General de Indias. También han sido de utilidad la correspondencia del archivo del presidente Madison, los diarios de Quincy Adams y los documentos publicados por el Congreso de los Estados Unidos sobre las relaciones bilaterales con España, así como otras colecciones documentales publicadas a partir del Archivo Nacional de Cuba.

Respecto a la cultura escrita, más allá de los despachos diplomáticos, solamente Calderón dejó unos deslavazados diarios, mientras que los dos Onís escribieron memoriales con carácter de escritos autobiográficos, con recopilación de documentos.





2 Una recopilación de su despachos y correspondencia en Mario Méndez Bejarano, Tassara: nueva biografía crítica, Madrid, Imp. J. Pérez, 1928.

Tanto el Marqués de Casa Irujo como Luis de Onís utilizaron el seudónimo Verus para el combate ante la opinión pública de Estados Unidos, publicando varios folletos.

La historiografía sobre los diplomáticos españoles en el siglo XIX cuenta con obras clásicas de referencia como la de Jerónimo Becker o estudios más recientes del hispanista francés Didier Ozanan o del diplomático e historiador Miguel Ángel Ochoa Brun, así como las semblanzas del Diccionario de la Real Academia de la Historia. Algunas figuras, como Cea Bermúdez, Onís o Bardají, cuentan con ensayos biográficos, pero de carácter muy tradicional y publicados a veces hace más de medio siglo. Sin embargo, la mayoría son breves semblanzas biográficas, sin profundizar en sus redes familiares y culturas políticas.

Asimismo, con un carácter más prosopográfico, María Victoria López Cordón estudió el personal de la embajada en Lisboa y de la primera secretaría de Estado durante el reinado de Fernando VII, heredero de las prácticas del Antiguo Régimen durante la edad Moderna.

La biografía es un género especialmente vivo para el siglo XIX, que contrasta con el predominio de los historiadores del siglo pasado en el seno de la academia. La nueva biografía se detiene en las redes y sociabilidad de personajes no sólo de las elites, atendiendo a sus culturas políticas.

Los diplomáticos, fueron una minoría muy pequeña del funcionariado de la España liberal, siendo calificados en las memorias de uno de ello, José García de León Pizarro, como “una cena de navidad”, debido a la existencia de dinastías de diplomáticos como los Onís, Cea Bermúdez o Martínez de Irujo. En realidad, el funcionamiento de la primera secretaría de Estado en la época contemporánea fue representativo de las pervivencias y privilegios propios del Antiguo Régimen, en especial, la cooptación familiar, los requisitos de nobleza, o al menos hidalguía, para obtener alguna de las órdenes, como la de Carlos III, el Toisón de Oro o la Americana de Isabel la Católica.

Todas estas personalidades murieron antes de la intervención de la Unión Liberal en México o la anexión de la República Dominicana, aprovechando la división y guerra civil de Estados Unidos, como había vaticinado Luis de Onís. En efecto, tanto Mauricio Carlos de Onís como Ángel Calderón de la Barca, surgidos a la esfera pública ya en época de la guerra de independencia, fallecieron en 1861, mientras que la mayoría del resto de los diplomáticos estudiados murieron durante la década absolutista de Fernando VII o el período de las regencias de María Cristina de Borbón Dos Sicilias o Espartero.

Este libro nació prácticamente con la pandemia a comienzos de 2020, iniciando con el confinamiento un interés por el siglo XIX, ajeno a mi dedicación durante las pasadas

cuatro décadas por la historia del tiempo presente. En cierto modo, también enlazaba con mi vivencia de muchos años de estancias e intercambios en México, en especial, con el Instituto de Investigaciones Históricas de Morelia desde 1995.

Quiso ser una biografía de Luis de Onís o, en su caso, de la dinastía de diplomáticos de la familia Onís. Para ello, pude consultar una parte del archivo familiar digitalizado Onís- Wefers, y realicé gestiones sin éxito con el resto del fondo en manos de algunos de sus descendientes que está en Austin (Texas) con un proyecto de depósito en la Universidad. Sin embargo, he tenido que postergar o renunciar a un proyecto de investigación y estancia en Estados Unidos. Agradezco a Engelbert Wefers y Pilar Cabildo las ayudas con el archivo digital de los Onís.



Madrid, marzo de 2023

Freitag, 8. Januar 2016

"Wenn ich mir einen Menschen anschaue, dann muss ich bereit sein, mich überraschen zu lassen und etwas zu entdecken, was ich bisher noch nicht gekannt habe"

Das soll Bundeskanzler Merkel beim Empfang der Sternsinger im Berliner Kanzleramt gesagt haben.

Zweifellos hat sie recht mit dieser Aussage, die in jeder Hinsicht richtig ist.

A) Schaue ich einen Menschen an, so können die zu realisierenden Erfahrungen mit dem Überraschungsmoment verbunden sein, die zu einer Art Bewusstseinserweiterung und Bereicherung führen. Die Erfahrungen schaffen eine neue Qualität, die positiv belegt sein kann.

B) Schaut mich der Mensch an, der mich überrascht, können dessen Reaktionen so sein, dass auch er erkennt, etwas Unbekanntes zu entdecken. Er realisiert die Bereicherung und beide Seiten sind glücklich.

C) Schaut mich ein Mensch an, der mich überrascht, können dessen Reaktionen so sein, dass er aufgrund seiner Sozialisierung eine Schwäche erkennt, die ihn in die Position des Stärkeren bringt. Die Bereicherung ist nun auf seiner Seite, in dem er so reagiert, wie er es gelernt hat.

D) Schaue ich einen Menschen an und bin bereit, mich überraschen zu lassen, kann ich entdecken, dass er ein verstecktes Messer aus der Tasche holt. Das habe ich bisher noch nicht gekannt. Wenn ich Glück habe, überlebe ich den Angriff und kann mit einer neuen Qualität, die negativ belegt ist, weiter leben.

Man merkt bei Frau Merkel den mathematisch-naturwissenschaftlichen Ansatz. Sie hat es aber in der Bundesrepublik Deutschland mit Menschen zu tun, die zum einen gesellschaftlich Normen konform leben, zum anderen diese Normen ignorieren.

Die Ignoranz der Verhaltensregeln innerhalb einer Gesellschaft, kann diverse Gründe haben: Nachlässigkeit, Dummheit, absichtliche Aussetzung, soziokulturelle Adaptationsunfähigkeit usw.

Frau Merkel sollte sich bei ihren Entscheidungen, die die Menschen in Deutschland betreffen, vielleicht von einigen Kulturwissenschaftlern beraten lassen, um ihren mathematisch-naturwissenschaftlichen Horizont zu erweitern.

Übrigens, bei meiner Einschulung 1953 im Ruhrgebiet waren mehr als 30% meiner Mitschüler polnischer Abstammung. Es waren meine Klassenkameraden und an meinem heutigen Wohnort bin ich Bürger mit Migrationshintergrund. Meine amtliche Meldenummer weist vor der Zahlenkombination ein X aus.
X=extranjero (Ausländer).




Montag, 2. November 2015

Der Umgang mit Ausländern. Eine "subjektive" Bestands/Erfahrungsaufnahme. Teil II

Es stellt sich für viele die Frage: "Ist Deutschland mit der Flüchtlingsaufnahme überfordert?

Der Wirtschaftsforscher Prof. Marcel Frantscher meint: "Flüchtlinge überfordern Deutschland nicht". Seine Argument ist schlüssig und er entschärft die Ängste um Sozialabbau und den möglichen Arbeitsplatzverlust für Deutsche. Hier wäre mehr Differenzierung angebracht und Frantscher sollte nicht mehr von "Deutschen" sprechen sondern von Arbeitnehmern in Deutschland.

Die Kritik an Frantscher liegt aber nicht an seinem Fachgebiet, dass er zweifelsfrei beherrscht.

Die Ängste, die bei den Menschen in Deutschland vorherrschen, liegen mehr im emotionalem Bereich. Sie sind  irrationaler Art und sind so differenziert wie die Gesellschaft in Deutschland pluralistisch ist. Und aus dem Gemenge der verschiedenen  irrationalen Meinungen und Haltungen eine homogene Meinung und Haltung zu schaffen, ist schlichtweg mit demokratischen Mitteln nicht möglich. Das zeigt die irrational, jedoch menschliche Entscheidung der Kanzlerin, das zeigt die irrational, politische Handlungsweise Seehofers und das zeigt die irrational, amorphe Position Gabriels.

Politik ist auch die Kunst des Antizipierens und hier haben nicht nur die Politiker in Deutschland versagt, auch die EU ist in sich zusammen gebrochen und die Mitgliedsländer suchen nach eigenen Lösungen, so wie Merkel Europäische Normen bezüglich der Flüchlingsregistrierung usw. außer Kraft gesetzt hat. Ob oder in wie weit sie Gesetzte der Bundesrepublik Deutschland gebeugt hat, sollte zu ihrem eigenen Schutz überprüft werden.

Das wahre Problem, das gesellschaftlichen Zündstoff in sich trägt, ist die Aufspaltung der Gesellschaft in Befürworter und Ablehner der massiven Flüchtlingsaufnahme. Diese Spaltung ist das Dynamit, mit dem die Gesellschaft in Deutschland gesprengt werden wird.

Und es ist wenig nützlich, einen Block zu bilden, der moralisch argumentiert und unter rein menschlichen Gesichtspunkten die uneingeschränkte Flüchtlingsaufnahme befürwortet und einen weiteren, der aus Ängsten Hass und Ablehnung generiert.

Die Politik in Deutschland ist aufgefordert, alle Menschen in Deutschland in ihren Entscheidungen mit zu nehmen. Aber hier versagt sie, weil alle Parteien auf ihren Machterhalt bedacht sind und ihre Kraft mehr auf Wiederwahl konzentrieren als auf Problemlösung.

Will man ein Problem lösen, muss man es erkennen. Es handelt sich bei der Flüchtlingsproblematik in Deutschland nicht um ein wirtschaftliches Problem sondern um Befindlichkeiten, die vom Individuum nicht rational sondern nur emotional im Ansatz erahnt werden. Dieses führt zur Abspaltung vom "Mainstream", zur Gruppenbildung mit einem brisanten Potential der Staatszerstörung.

Zudem ist davon auszugehen, dass in kurzer Zeit der "Mainstream der Willkommenskultur" unter dem Druck der politisch nicht gelösten Probleme kippt und eine gesellschaftliche Katastrophe auslöst, die von der Politik nicht mehr beherrscht wird.

Ich erinnere an die Willkommenskultur bei der deutschen Wiedervereinigung, die im Grunde immer noch nicht abgeschlossen ist.

So wie die Integrationsproblematik von Migranten der 50ger, 60ger, 70ger, 80ger, 90ger Jahre bis hin zur heutigen Zeit nie politisch gelöst wurde, wird durch die massiven Zuzüge von Menschen, denen unser Gesellschaftsystem fremd ist, ein unüberwindbares Problem geschaffen, das nicht nur durch Beschulung, Arbeitsplätze, Wohnungen, Sozialhilfe zu lösen sein wird. Die Problematik wird exponentiell mit der Heterogenität der Zuwanderer im Hinblick auf ihr individuelles Intellekt, ihre individuelle soziale Anpassungsfähigkeit, ihren individuellen Integrationswillen in Bezug auf die pluralen Verhältnisse in Deutschland auf der Grundlage des Grundgesetzes anwachsen.

Die noch unreflektieren, manifesten Ängste, die latenten Ängste vieler Menschen in Deutschland liegen im Bereich der Interkulturation. Ein gewaltfreies Zusammenleben in einem Staat wird nicht nur durch Gesetze und Strafbedrohung geregelt.

Wichtig ist, dass jedes Mitglied in einem Staatsverbund, unabhängig von seiner Individualität, den kleinsten gemeinsamen Nenner findet, der das Zusammenleben garantiert. Dazu wird im Zusammenleben das Identitätsgefühl unreflektiert auf der emotionalen Achse modifiziert, damit ein Gemeinsamkeitsgefühl generiert wird, wie man es (übersteigert) feststellt, wenn die Deutsche-Fussball-Nationalmannschaft bei einer WM im Endspiel steht.

Im Unterbewusstein der Verängstigten in Deutschland herrscht ein Ausnahmezustand, weil man intuitiv fühlt, dass 800.000 - 1,5 Millionen und bei Familienzusammenführung möglicherweise 10 Millionen Flüchtlinge aus einem Deutschland fernen Kulturkreisen zu Identitätsänderungen des Einzelnen und letzendlich der Gesellschaft in Deutschand führen.

Will man den Menschen in Deutschland die Wahrheit mitteilen, muss die Regierung den Bürgern mitteilen: "Bei der Aufnahme dieser großen Menschenmenge wird Deutschland in Kürze nicht mehr das sein, was es vor dem Zustrom war." Man muss aber erklären, warum die politisch Verantwortlichen diese Interkulturation befürworten.
 
Alles andere ist eine Lüge, ein Betrug am Bürger.

Wichtig ist nur, die Gesellschaft in Deutschland nicht noch mehr zu spalten und eine gewaltsame Entladung nicht zu provozieren. Ebenfalls sollte das Thema bald entschärft ein, damit es nicht Thema des Wahlkampfes wird. Dann verlieren alle.

_____________

Und übrigens bin ich der Meinung, dass unfähige Politiker Krisen verursachen.




Sonntag, 1. November 2015

Der Umgang mit Ausländern. Eine "subjektive" Bestands/Erfahrungsaufnahme. Teil I

Meinungen zum Thema "Flüchtlinge" sollte man reifen lassen, bevor man sie öffentlich artikuliert und durch Schnellschüsse verurteilt, Türen schließt und Bevölkerungsteile in die rechte, linke oder sonstige Ecke stellt.

Die Flüchtlingsproblematik, oder die Gastarbeiter- / Migrantenproblematik war immer präsent in der deutschen Nachkriegsgeschichte, in so weit wie sie sich auf Ausländer bezieht. Die Kriegsvertriebenenproblematik ist anders geartet, weil es sich um Deutsche handelte, die in Not ihre alte Heimat verlassen mussten.

Das Argument, es handle sich in beiden Fällen um Menschen, ist einerseits richtig, andererseits muss man grundsätzlich davon ausgehen, dass eine nationale Bindung, deren Grundlage nicht nur Emotionen sondern auch Gesetze sind, anders zu bewerten sind als die von Flüchtlingen, deren Akzeptanz oder nicht aber ebenfalls durch Gesetzte geregelt sind. Gastarbeiter, später zu Migranten umgetauft, kamen aufgrund von Verträgen mit Firmen und entsprechender gesetzlicher Regelung nach Deutschland.

Meinen erster Kontakt zu Ausländern hatte ich in der ersten Klasse der Volksschule in Bottrop. Es waren Kinder polnischer Eltern und in der damaligen Zeit war mir nur durch Ihre Vor- und Nachnamen bewusst, dass sie "anders" waren. Es waren aber unsere Mitschüler, ohne wenn und aber. Nun war das Ruhrgebiet als "melting pot" aber wirklich nicht überfordert. Integrationshilfen in der damaligen Zeit gab es nicht. Die "Ausländerproblematik" hat sich in meiner Schulzeit in Bottrop nie gestellt, weder für mich noch für andere Menschen.

Als ich später, nach dem Abitur und in den Semesterferien auf Bottroper Zechen (Prosper II und Porosper IV) gearbeitet habe, war ein Anteil der Kumpel polnischer Abstammung integiert bis auf gewisse sprachliche Defizite, aufgrund der Tatsache, dass in der Schulzeit keine zusätzlichen Sprachunterrichtsangebote vorlagen. Schon damals ein Armutszeugnis deutscher Politik.  In der Folgezeit kamen immer mehr Türken, die Untertage eingesetzt wurden. Integrationsversuche fanden von keiner Seite statt, sie arbeiteten in geschlossenen Gruppen, lebten von Deutschen getrennt und in Sache Beschulung der Kinder galt der Grundsatz, keine Grundsätze zu haben. Wenn einige Kinder dieser "türkischen Gastarbeiter der ersten  Generation" später den Weg zum Gymnasium und zum Studium schafften, war das die Ausnahme und dadurch bedingt, dass  die Intelligenz sich ihren Weg sucht.

Bewusst wurde mir das "Ausländersein" als Selbsterfahrung, als ich eine Zeit in Südfrankreich verbrachte und von Marseille nach Cap d'Ail trampte. Ich wurde von einem Franzosen in einem Peugot Cabriolet mitgenommen, der, als er meine Nationalität erfuhr, mitteilte, dass er französischer Jude sei und seine Eltern im KZ umgekommen seinen.  Wer die lange Strecke von Marseille bis Cap d'Ail kennt, weiß wie Anschuldigungen und Hass sich zu einer Last addieren können und man nur noch betet, dass er auf den engen Landstrassen von 1969 mit 160 Stundekiliometern nicht gegen einen Baum fuhr. Aber nein, ich kam an und wir veranschiedeten uns, als wenn das Emotionsgewitter nicht statt gefunden hätte.

In Aix-en Provence, Marseille und Genf lebte ich in der Cité Universitaire unter Studenten in einem internationalem Ambiente ohne das Gefühl nicht akzeptiert zu sein, wobei man sagen muss, dass die calvinistisch geprägte Genfer Gesellschaft sehr geschlossen war.

In der Zeit meines Stipendiats an der Universität Salamanca lebte ich im "Colegio Mayor Universitario Hispanoamericano "Hernán Cortés" mit Spaniern, Cubanern, Ecuatorianern, Chilenen, Puertorikanern bis hin zu einigen US-Amerikanern zusammen. Ein Gefühl des Fremdseins kam nicht auf, man war Teil des Ganzen mit allen Rechten und Pflichten.

Im Jahr 1972, als ich, nach meiner standesamtlichen Eheschließung in Deutschland und der damals obligatorisch, katholischen Eheschließung in Salamanca wieder nach Deutschland zurückkehrte, stellte ich anläßlich der Anmeldung in Lövenich fest, wie Menschen auf Ausländer reagieren. Das Erste, was der Beamte der Ausländerabteilung meiner Frau (Germanistin) mitteilte: "Wenn Sie keinen Unterhalt nachweisen können, werden Sie ausgewiesen". Es folgte eine Dienstaufsichtsbeschwerde beim Regierungspräsidenten Köln, danach hatte der Beamte "Kreide gefressen".

Um die Auflagen der Einbürgerung zu erfüllen, musste meine Ehefrau zur Untersuchung beim Gesundheitsamt Köln vorsprechen. Die Untersuchung war, Originalton meiner Frau: "erniedrigend", zusammen mit Prostituierten.

In beruflicher und sozialer Hinsicht war meine Frau nicht nur dadurch integiert, dass sie hervorgangend Deutsch spricht (direkte weibl. Vorfahre aus dem 18. Jhd.: Friederike Christine von Mercklein). Nur wenn sie auf dem Bonner Markt mit unseren Kindern in Spanisch sprach, wurde sie, wenn sie bat die faulen Paprikaschoten aus der Tüte zu nehmen, dahin geschickt, wo der Peffer wächst.

Bei meiner beruflichen Tätigkeiten am Romanischen Seminar der Universität zu Köln war beruftsbedingt, der Kontakt zu Ausländern groß und problemlos. Bei meinem Anliegen, den 1. bilingualen deutsch-spanischen Bildungsgang der BRD am Albert-Schweitzer-Gymnasium (damals: Gymnasium Sudetenstr.) in Hürth einzurichten, stieß ich bei meinen Verhandlungen mit dem spanischen Erziehungsministerum auf offene Ohren, mein Ministerium war ebenfalls bereit, zudem ich Hilfestellung durch die Fachdezernentin bei der Bezirksregierung Köln bekam. Bei der Vorverhandlung im damaligen Kultusministerium in Düsseldorf wurde mir jedoch vom Leiter der Gymnasialabtelung und einem weiteren Ministerialrat mitgeteilt, dass es sich um ein deutschen Schulangebot handeln werde und  der von mir gesuchte Einstieg in eine schulische Heimat Spanisch sprechender Kinder quasi nur ein Nebenergebnis sei. Nach dem Grundsatz der Kostenneutralität wurde mein Integrationsansatz weitgehend verworfen.

Nach der Einrichtung des Bildungsganges und in Anbetracht der deutschsprachigen Defizite beantragte ich auf dem Dienstweg (Schulleitung) deutschspachigen Ergänzungsunterricht für die betroffenen Schülerinnen und Schüler, was abgelehnt wurde. Es gab nur Mittel für Auslandsdeutsche aus Russland. So viel zur Integration unter einer SPD-Regierung in NRW.

Seit meiner Zurruhesetzung lebe ich in Spanien. Behördlicherseits habe ich persönlich keine Probleme gehabt. Bei einem meiner Söhne wollte ihm jedoch die Universität Salamanca ein Regierungsstipendium verweigern, weil sie wegen des Nachnamens davon ausgingen, dass er Deutscher sein. Den Antrag stelle er aber als Spanier. Nach EU-Norm hätte er jedoch auch als Deutscher einen Anspruch auf dieses Stipendium gehabt. Nur mit "harten Bandagen" und dem Insistieren, dass  er die spanische Nationalität habe, wurde das Stipendium genehmigt. Es gibt also auch Vorbehalte gegenüber fremdklingenden Nachnamen außerhalb Deutschlands.

In den sozialen Netzen Spaniens muss ich mit meinen Kommentaren sehr vorsichtig sein, um nicht angefeindet zu werden. Als Deutscher stehe ich hier unter Generalverdacht, die spanische Gesellschaft auszunutzen.

Am Donnerstag der heutigen Woche waren wir in der Deutschen Botschaft, um den Pass meiner Ehefrau erneuern zu lassen. Bei der Sachbearbeiterin herrschte eine ablehnende bis feindliche Haltung vor, weil sie meinte, dass die Staatsangehörigkeit durch Einbürgerung aus dem Jahr 1981 zu widerrufen sein, weil meine Ehefrau ihre ursprüngliche Nationalität nicht zurückgegeben habe und daher kein Anrecht auf die deutsche Staatsangehörigkeit habe. Erst nach meinem Eingreifen und Verweis auf das Internationale Recht zum Zeitpunkt der Wiedererlangung der spanischen Nationalität und  das Eingreifen der Vorgesetzten wurde der Streitpunkt, der eigentlich keiner war, beigelegt. So viel zur Behandlung von Deutschen durch eine deutsche Behörde, die Deutsche desintegiert, wenn man nicht massiv widerpricht.

Fazit: Was hat Deutschland in Bezug auf Integration seit dem Termin meiner Einschulung 1954 hinzugelernt: NICHTS! 

Die polnischen Mitbürger wurden nicht integriert oder die Integration wurde dem Zufall überlassen.

Die türkischen Mitbürger wurden nicht integriert, die Ghettobildung billigend in Kauf genommen. Diejenigen die integriert sind, haben es aus eigener Kraft geschaffft.
 

Die übrigen Migranten , ob es Spanier, Italiener, Griechen usw. waren, waren weitgehend auf sich selbst gestellt und die Integration ihrer Kinder war mehr oder weniger ein Zufallsprodukt.

Aus diesem Grund war ich immer ein Gegner des sogenannten Muttersprachlichen Ergänzungsunterrichts, der Integrations
behindernd war. Besser wären Kurse in deutscher Sprache und Kultur gewesen. 

Wie will der Deutsche Staat nach einem Jahrzehnte langen Scheitern der Integration von Migranten den Integrationsschritt in einer Zeit schaffen, in der sich Europa desintegriert?
_____________

Und übrigens bin ich der Meinung, dass unfähige Politiker Krisen verursachen.






Samstag, 12. September 2015

Burnout der Europäischen Union


Was passiert, wenn sich abertausende Flüchtlinge auf den Weg nach Deutschland machen? Zuerst mal gar nichts. Dann folgt der Schrecken und danach die Besinnung mit dem Stichwort: „Willkommenskultur“. Dann folgt eine großartige Hilfsaktion der Bürger, denn es gilt, Menschen als solche zu empfangen, ihnen zu helfen.

Was macht die Bundesregierung? Zuerst mal gar nichts. Nach der Schrecksekunde folgt eine Reaktion: Die Arme werden weit geöffnet, entgegen den europäischen Vereinbarungen werden gemeinsame Beschlüsse gekippt, und es wird versucht, den Flüchtlingen zu helfen.

Moralisch ist an den Handlungsweisen der helfenden Bürger und der politischen Führung nichts, aber gar nichts auszusetzen. Den Flüchtlingen muss geholfen werden, das sagt uns der gesunde Menschenverstand, das ist gut, das ist richtig.

Die helfenden Menschen begegnen den kommenden Menschen auf Augenhöhe.

In der deutschen politischen Welt denkt man anders. Auch hier gilt die Maßgabe des Helfens aber auch der Gedanke der Instrumentalisierung. Die existierende Gesellschaft in Deutschland ist in demographischer Hinsicht rückläufig. Also betrachtet man die Flüchtlinge als Mittel, die Zahl der Bürger in Deutschland aufzustocken, damit das Sozialsystem entlastet und der Arbeitsmarkt weiter entwickelt wird. Auf der einen Seite nützt das dem Bevölkerungsanteil, der in den nächsten Jahren in Rente geht, auf der anderen Seite nützt es der Wirtschaft, die über ein wachsendes Kapital an Arbeitern verfügen kann, solange die Wirtschaft boomt.

Moralisch ergeben sich jedoch weitere Spannungsfelder. Irgend einmal wird es auch Deutschland nicht mehr schaffen, weitere Flüchtlinge aufzunehmen. Wie sage ich dann den ankommenden Menschen, Familien mit Kindern, dass das Kontingent erschöpft ist und niemand mehr untergebrachte werden kann.

Die Flüchtlinge wird es nicht interessieren, mit welchen Überlegungen argumentiert wird. Sie werden sich fragen: Warum waren die Menschen vorher willkommen und warum werden wir zurück geschickt? Darauf hat die Politik keine humanitäre Antwort.

Politische Entscheidungen sind keine Bauchentscheidungen. Wir haben unsere Politiker gewählt, dass sie eben nicht von der Hand in den Mund leben, dass sie nicht reagieren sondern mit Bewusstsein, Kompetenz und weiser Voraussicht agieren. Das wurde in Deutschland versäumt, denn das originäre Problem war bekannt.

Und die Europäische Union? Sie ist ein „Schönwetter-Konstrukt“, das mit jedem auftauchenden Problem überfordert ist. In „Europa“ wird nur schön geredet, nicht einmal mehr verwaltet, jedoch Geld ohne Ende verbrannt, das man besser brauchen sollte, um das Elend in der Welt zu bekämpfen.

Aber wer außer Deutschland kann das noch? Darum skalieren die Flüchtlinge „Germany, Germany“. Wer von ihnen will schon nach Spanien, Portugal, Italien oder in die Oststaaten der EU?

Man kann auch nicht mit Quoten arbeiten und die Einforderung von finanziellem Ausgleich, den die Staaten zahlen sollen, die die Quoten nicht erfüllen, ist einfach nur dumm. Dann zahlt Griechenland mit geliehenem Geld seine Strafe und schädigt nebenbei noch seine eigene Bevölkerung, die zum Sparen angehalten wird.

Nein, das Problem ist nicht gelöst und wird sich mit den Maßnahmen, die im Gespräch sind, nicht lösen lassen. Den Menschen muss dort geholfen werden, wo sie ihre Wurzeln haben. Das ist jedoch nur zu erreichen, wenn es in den Ursprungsländern wieder Frieden und eine funktionierende Wirtschaft gibt.

Das gelingt jedoch nur, wenn die EU in Verbindung mit der UNO beschließt, die Ursprungsländer der Flüchtlinge zu befrieden und dann den wirtschaftlichen Aufbau voranzutreiben.
  __________
Und übrigens bin ich der Meinung, dass unfähige Politiker Krisen verursachen.